Default: bonos a salvo; salarios y consumo en peligro
Así como la posibilidad de un acuerdo entre bancos privados y los fondos litigantes que pudiera desembocar en un “default corto” de la deuda limitó, hasta ahora, el impacto de la cesación de pagos en los precios de los títulos públicos, las acciones y las cotizaciones alternativas del dólar, el gobierno nacional también endureció durante la última semana su postura rupturista, lo cual (lejos de acercar una solución a corto plazo) tendería a extender el conflicto en el tiempo.
De acuerdo a un Informe del Banco Ciudad, existe un “trade-off” entre los réditos políticos que esta postura le estaría reportando en el margen a la imagen del gobierno y, en especial, de la Presidenta, tras varios meses de deterioro en las encuestas, contra los costos económicos y sociales de extender el “default” para una economía que ya venía mostrando signos de debilidad desde antes del affaire por la deuda.
Si bien el impacto sobre las cotizaciones de los bonos ha sido marginal, la posibilidad de recurrir a los mercados externos de deuda ha quedado vedada. Con los rendimientos de los títulos públicos en dos dígitos (Bonar X en 13% y Global 17 en 16%), la posibilidad de que el gobierno nacional pueda conseguir financiamiento en dólares en el exterior a tasas razonables resulta ahora lejana. Una situación similar se observa con las provincias (los titulosde la Provincia de Buenos Aires, por caso, rinden un 14% anual), lo cual también archiva de momento su salida a los mercados de capitales, obligándolas a ajustar sus gastos en línea con la caída observada en la recaudación, dada su imposibilidad de recurrir a la “maquinita” del BCRA, tal como lo hace el gobierno central. Sólo YPF podría seguir consiguiendo financiamiento externo a tasas cercanas al 8%, aunque superiores a las que accedería en caso de un acuerdo por la deuda.
Al postergarse posibles ingresos de capitales que ayuden a engrosar las reservas, las expectativas de devaluación se dispararon por encima del 30% anual (aun con fuerte intervención oficial), lo cual en un contexto de alta liquidez bancaria y bajas tasas de interés en pesos, nos retrotrae a una situación similar a la de fines del año pasado. Los productores agropecuarios y los exportadores se ven tentados a posponer ventas y retrasar las liquidaciones de sus exportaciones (que cayeron a su menor nivel en un mes y medio), a la vez que los importadores intentan adelantar sus compras al exterior, ante la expectativa de un tipo de cambio oficial más alto. Esta dinámica se ve agravada ahora por un menor financiamiento a las empresas argentinas en el exterior fruto del default y un salto en las compras de “dólar ahorro”, las cuales exhibieron un aumento del 65% en la primera semana de agosto con respecto a un mes atrás, lo que podría estirar esta demanda arriba de los USD 330 millones mensuales (con impacto casi pleno en las reservas, dado que el 90% de los compradores retiran los dólares en efectivo).
En otras palabras, cayó la oferta de dólares comerciales y financieros a la par que aumentó su demanda, ante lo cual el Banco Central dejó de acumular reservas (de hecho, cayeron USD 750 desde el default, pese a limitar al máximo los pagos de importaciones), al tiempo que debió convalidar una suba en su precio, deslizándose el tipo de cambio oficial a un ritmo mensual de un 4% en agosto. Esta mayor devaluación, sumada a una menor oferta de importaciones, no sólo introduce ruidos dentro del aparato productivo, sino que pone un piso elevado a la inflación de los próximos meses, la cual profundizaría la severa caída que ya se venía observando en los salarios reales y en las ventas minoristas, incluso previo al default, agravando el cuadro recesivo en el segundo semestre.
Desde el año 2011 los salarios reales venían moviéndose a la baja, acumulando una caída de casi 7% (-4,5% en 2014), con un claro impacto en los indicadores de consumo, tanto de bienes durables (con una contracción del 30% anual en los patentamientos de autos 0km en el pasado mes de julio), como en las ventas de shoppings o inclusive supermercados, las cuales en junio registraron sus mayores bajas desde la crisis del año 2002 (-14% y -5,5% anual, respectivamente), trepando la caída en los negocios más chicos al 8% según CAME.
En suma, que las variables financieras no han sufrido grandes cambios tras el default (llevando a un ala del gobierno a minimizar sus costos), los pasos dados hasta ahora amenazan con tener efectos palpables en los salarios reales y el consumo, pilares del crecimiento de la última década.