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El negocio de salir último en las elecciones

Ultimos4Los últimos suelen pasar inadvertidos. Sin embargo, lejos de ocupar el sillón de Rivadavia, de alguna manera también ganan. Con su participación en los comicios obtienen exposición, aportes para el desenvolvimiento institucional de su partido y, obviamente, la posibilidad de realizar negociaciones electorales. La candidatura de Adolfo Rodríguez Saá, quien en las PASO quedó en quinto lugar con el 2% de los votos, es un claro ejemplo: esos dos puntos que sacó el puntano podrían ser vitales para el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, o para Sergio Massa del Frente Renovador. Entre peronistas podrían negociar.

Raúl Albarracín compitió como precandidato a presidente en las PASO del 9 de agosto. Salió último. Pero más allá del gusto amargo de quedar en el peor lugar, este exmacrista recibió para su partido Movimiento Acción Vecinal, un total de $ 5.464.413,70 para imprimir boletas y como aporte para su campaña. Además, se le otorgaron este año $ 34.268 que se desprenden de la cantidad de votos obtenidos en las elecciones de 2013.

Eso sí, si se malgasta el dinero de la impresión de boletas para otro fin y no puede justificarse, los partidos están obligados a devolverlo. Es vox populi que a veces se utilizan maniobras por fuera de la ley para imprimir y abultar bolsillos.

Desde la vuelta de la democracia, en 1983, la historia argentina dejó siete fórmulas presidenciales en el último puesto de las elecciones. Ese mismo año, mientras Raúl Alfonsín celebraba su triunfo en una plaza colmada de argentinos, la fórmula Gregorio Flores-Catalina Guagnini, del Partido Obrero, se coronaba con el último puesto tras obtener tan sólo 13.067 votos, lo que representó un 0,09% del padrón.

Seis años después, en 1989, Ángel Bustelo, de Acuerdo Popular, se presentó a las elecciones para presidente de la Nación con Eduardo Hernández como vice. Este abogado y escritor socialista no pudo superar a ninguna de las fórmulas con las que se enfrentó. Obtuvo la módica cantidad del 0,03% de los votos (4.783).

Pero en el ranking de los candidatos menos votados de los últimos 32 años, el premio mayor se lo llevó Ricardo Mussa, del Frente para la Coincidencia Patriótica. En 1995 sacó 3.147 votos. Ese 0,02% del electorado que optó por su candidatura no le fue útil, así como tampoco su propaganda de campaña bajo la premisa «Devolver a la vida política aquello de lo que más carece: decencia«.

En 1999, el voto en blanco le ganó a 7 partidos. Domingo Quarracino iba en doble boleta: la de Socialista Auténtico y Por un Socialismo Auténtico. Con 43.147 votos (0,23%) quedó en el fondo de la tabla.

Bajo el polémico lema «Esta democracia no sirve«, Ricardo Terán, del Movimiento por la Dignidad y la Independencia, se llevó en 2003 el puesto número 18. Este candidato del Modin, el partido de Aldo Rico, se ganó el último lugar tras conseguir sólo 31.766 votos (0,16%). En esa misma elección, a Ricardo Mussa, del partido Unidos o Dominados, no le alcanzó con salir penúltimo. Por eso, en 2007 volvió a presentarse. Sin embargo, su performance empeoró y esa vez si logró el último puesto.

En 2011, el panorama electoral cambió. El desembarco de las PASO depuró las candidaturas con la obligación de sacar un 1,5% de los votos para seguir en carrera, lo que achicó la oferta de candidatos para la elección. Elisa Carrió, con la Coalición Cívica ARI, consiguió ese 1,5% que la habilitó a seguir participando. Sin embargo, en las generales quedó última tras lograr el voto del 1,82% de la población. En términos de electores, 399.685, significó un número bastante más alto que los candidatos de elecciones pasadas que no tuvieron PASO.