Volatilidad cambiaria, incertidumbre electoral
Esta semana se profundizó la volatilidad cambiaria, con el tipo de cambio contado con liquidación superando los $13 por primera vez en ocho meses y el dólar “blue” recuperándose parcialmente de la baja de fines de la semana previa, culminando nuevamente en torno a $13,5. Con estas cotizaciones, la brecha cambiaria se ubicó en 44% en el caso del dólar contado con liquidación y en 48% en el del “blue”, alcanzándose la menor diferencia entre ambos mercados en casi 9 meses, tras el default de parte de la deuda pública. Lo anterior da cuentas de una dolarización generalizada de portafolios, que abarca ya no sólo al segmento minorista del mercado informal, sino también a los grandes inversores que operan con títulos en la bolsa.
Tras varios meses de paz cambiaria, de acuerdo a un informe publicado por el Banco Ciudad, estas mayores presiones en el mercado de cambios son consistentes con el nuevo escenario político. Así como hasta hace unas semanas el mercado descontaba que, cualquiera fuera el ganador de las elecciones en octubre, habría un giro hacia una mayor racionalidad de la política económica (independientemente de algunas diferencias en la profundidad y velocidad en la implementación de las reformas), tras la elección de un candidato a vicepresidente en la fórmula oficial defensor a ultranza del modelo vigente, se avanzó hacia un escenario de mayor polarización electoral, en torno a la continuidad y el cambio. Ello incrementó la incertidumbre acerca de lo que podría pasar a partir del 10 de diciembre, viéndose reflejado tanto en una mayor tensión cambiaria, como en un aumento del riesgo país y caída de la bolsa.
Frente a este panorama, la respuesta del gobierno ha sido acrecentar los controles cambiarios, situación que tendió a congelar transitoriamente las cotizaciones alternativas del dólar sobre el final de la semana, aunque en un marco de muy pocas operaciones. Ahora bien, sin una corrección de los problemas de fondo (vinculados a un exceso de pesos por la monetización del déficit fiscal, y falta de dólares agudizada por el cepo cambiario), claramente los controles tendrán un efecto de corto aliento y, a la larga, tenderían a acrecentar la brecha, en lugar de moderarla.
En este sentido, en abril volvió a registrarse una nueva y preocupante escalada del déficit fiscal. El resultado primario fue deficitario por $17.949 millones, exhibiendo una diferencia de casi $19.000 millones respecto al superávit registrado en igual mes de 2014. En tanto, el déficit financiero (descontado el pago de intereses de la deuda) se ubicó en $24.103 millones, presentando un incremento interanual de unos $19.800 millones (+464%), pese a los recursos extraordinarios aportados por el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES y el BCRA, por cerca de $2.700 millones. Este marcado deterioro de las finanzas públicas tuvo lugar ante una creciente diferencia entre el ritmo de aumento de gastos e ingresos, la cual alcanzó un récord de 20 puntos porcentuales en abril. El gasto primario se aceleró hasta un 45% interanual y los ingresos genuinos moderaron su crecimiento al 25%, llevando el rojo fiscal de los primeros cuatro meses de 2015 a $81.800 millones (+240%).
Paralelamente, también se conocieron los datos de la recaudación tributaria de junio, mes en el que ésta presentó un incremento del 39,2% interanual, casi 10 puntos superior al alza promedio de los primeros 5 meses del año (29,6%). Sin embargo, difícilmente esta importante mejora pueda sostenerse en el tiempo, ya que descansó en efectos puntuales vinculados a la estacionalidad del impuesto a las ganancias y a una mejora en los derechos de exportación, que probablemente también resulte transitoria. Asimismo, pese a este avance, la recaudación acumula un incremento del 31% anual entre enero y junio, variación que sigue resultando 10 puntos porcentuales inferior al crecimiento del gasto público del primer cuatrimestre (41%).
Otro dato que se divulgó en estos días fue el del nivel general de salarios, el cual arrojó una suba del 27,9% anual en mayo, superior a la tasa de inflación, fruto del anclaje del tipo de cambio oficial y de un nuevo (y deliberado) congelamiento tarifario. Pero pese a esta nueva recomposición de los salarios reales, los datos de ventas minoristas no muestran, hasta ahora, un gran repunte, con las ventas en supermercados exhibiendo un virtual estancamiento en términos reales (-0,6%) y las ventas en centros de compras (shoppings) cayendo un 12% interanual, según nuestras estimaciones. Sólo las ventas de los comercios más chicos, medidas por CAME, muestran un ligero repunte, del 1,7% en mayo y 2% en el año.
Mirando para adelante, seguimos considerando que a medida que tienda a profundizarse la incertidumbre pre-electoral, anticipada por el proceso de dolarización de portafolios de las últimas semanas, es probable que la economía muestre un nuevo deterioro, consolidando un estancamiento que se apresta a cumplir cuatro años a fin de 2015.